sábado, 15 de enero de 2011

Capítulo 11

Capítulo 11

Llegue a casa y no podía parar de pensar en Pablo. Nunca me hubiera imaginado todo esto. Pobre. Lo tuvo que pasar muy mal por culpa de su padre, pero eso no volvería a suceder. Su padre estaba en la cárcel y ahora me tenía a mí.
Pasó un mes y todo era perfecto. Paso rápidamente y cada día era más feliz. Estar a su lado era simplemente perfecto. Aunque en algún momento discutimos, eran cosas tontas y sin importancias. Cada día era una nueva sorpresa. Hacía bobadas para hacerme reír como una tonta, me daba detalles, me decía cosas bonitas… Y lo más increíble era que los dos éramos felices. Éramos él y yo. Los demás no importaban. Nada ni nadie conseguiría que nos separáramos. Quería ser y estar perfecta para él, asique…
Estaba en el recreo con mis amigas, les dije que se fueran a clases, que ahora iba. Fui al baño y mire si estaba vacío, me metí en uno de los cubículos y escuché por si acaso. Había comido demasiado y necesitaba echarlo para estar delgada. Metí los dedos, ya lo llevaba haciendo un mes, quizás algo más. Ahora me salía a la primera. Note como mis dedos tocaban mi campanilla. Estaba vomitando cuando escuché que alguien abría la puerta del baño en el que estaba. Cuando pude me di la vuelta para ver quién me molestaba. Pablo. Él. Me miraba con ojos decepcionados. Esos ojos que muchas veces mostraban amor, hoy mostraban decepción. Me sentí mal. No me podía mover. Se dio la vuelta y se fue. Me limpié y me fui en clase. No pensaba en nada. Solo en hablar con Pablo. Cuando llegue, él estaba guardando sus cosas.
—Cariño, ¿a dónde vas? —Le pregunté.
—No te importa. Adiós.
—¡Pablo! ¡Pablo! ¡Háblame, por favor! Joder, Pablo. —grité como una loca, la gente me miraba pero a mí me daba igual.
No pude detenerle. El profesor entró en clases y no pude seguirle. Aguanté como pude hasta que el colegio terminó. Salí corriendo esperando que Pablo estuviera fuera. Pero no estaba. Llamé a su móvil. No me contestaba. Estaba destrozada. Llamé y llamé pero no respondía. Llegué a mi casa y ahí estaba él. Esperándome en las escaleras. Parecía que había llorado. Sus ojos estaban rojos e hinchados.
—Princesa, tenemos que hablar. —Tenía miedo. Temí que me dejara—. Siento haberme marchado, pero necesitaba pensar.
Me abrazó mientras sus ojos se humedecieron.
—Pablo, no llores. Cariño… por favor. Todo está bien. Comí demasiado y me encontraba mal, y pensé que así me dejaría de doler el estomago. Casi nunca lo hago… —Sí, le mentí. Mentí a Pablo. Mi novio.
—No vuelvas a hacerlo. Princesa, prométeme que nunca más lo harás.
—Está bien. Te lo prometo. —Volví a mentir—. Si quieres podemos ir a comer una hamburguesa.
Si me ve comer seguro que me cree, ya lo devolvería más adelante.
—Vale.
—Invitas tú.
—Eh, ¿y eso por qué?
—Porque sabes que mi economía es de mala a pésima.
—Princesa, gastas demasiado.
—Boh, tontito. Entro en casa a dejar la mochila y nos vamos.
Sonrió. Entré en casa y le dije a mi madre que hoy iba a comer con un amigo porque luego debíamos hacer un trabajo y su casa estaba muy cerca de la biblioteca y me fui. Ese día comí una hamburguesa, bebí una coca-cola y de postre un trozo de tarta de chocolate. Parecía que iba a explotar. Me sentía gorda pero no podía hacer nada. No debía darle motivos a Pablo para que se preocupara. Pablo no paraba de hacerme reír, de besarme… Todo estaba bien… al menos de momento.

sábado, 8 de enero de 2011

Capítulo 10

Me giré y miré sus grandes ojos verdes, tenían  luz propia. Él me besó. Sentía coo mis piernas temblaban y mis dedos se perdían en su pelo. Todo era perfecto.

 —Pensé que no vendrías.

 —No seas tonto... No he dudado ni un segundo en que tenía que venir. Ha sido
precioso todo lo que has hecho hoy por mí.

 —Tú si que eres preciosa... y ahora sí que eres mi princesa, y lo serás
por siempre.

Pasamos toda la tarde haciendo el tonto por la calle, besándonos en cada sitio que parábamos y parando cada segundo.

Entonces sí que estábamos juntos y nadie nos podría separar. Pablo me acompañó a mi casa cuando me tenía que ir. No podía despedirme, quería dormir abrazada a él. Quería verle en todo momento.

Al día siguiente fuimos juntos al instituto, no parábamos de besarnos como locos. Nos daba igual que todo el mundo nos viera. Éramos felices así. Mis amigas me vieron yvme felicitaron; pero Rodri, nos vio, agachó la cabeza y se fue. Marcos se rió de nosotros y Diana se puso roja de envidia.

Mi novio era el chico más perfecto que había conocido en mi vida. MI NOVIO.

Me encantaba como sonaba... Esa tarde habíamos quedado y no
quería decirme dónde me llevaría. ¿Otra sorpresa? Posiblemente.Mi
madre me obligó a comer y luego no pude entrar en el baño porque ella se estaba duchando para ir al trabajo. Joder, ahora no podía ponerme como una foca, tenía que estar perfecta para Pablo.

El timbre sonó y bajé a abrir la puerta. Ahí estaba Pablo, sonriendo.

Fuimos a las afueras de la ciudad y me tapó los ojos con un lazo rojo.

—¿Confías en mí, princesa?  —dijo.

 —A ciegas.  —contesté.

Me llevó a un sitio donde se escuchaba el río y me quitó el lazo. Aquello era precioso. Estábamos en la orilla del río, el agua era cristalina y los árboles eran muy altos, sus hojas empezaban a
ponerse marrones y a caer sobre la hierba. Los huecos que habían entre las hojas de los árboles dejaban pasar rayos de luz que en este momento iluminaban a Pablo.

 —Pablo, quiero saberlo todo sobre tí, quiero saber más cosas de ti que las que tú sabes. Háblame de tus amigos de Madrid, de tu colegio, tu casa... de tu padre...

 —¿Mi padre? Mi padre es un cabrón, Lore. Mi padre maltrataba a mi
madre. La última vez que la pegó yo lo vi todo y me metí por medio. Mi padre llevaba una navaja y yo no la había visto. No dudó ni un puto segundo en clavármela. —Se levantó la camiseta, dejando ver una cicatriz—. Después de clavarmela se fue a continuar dándole una de sus palizas a mi madre y aproveché para llamar a la policía. Mi madre estuvo tres semanas en coma. Mi padre está ahora en la cárcel pero no sé por cuanto tiempo, así que mi madre y yo decidimos que este sería el mejor sitio para olvidarlo todo y comenzar una nueva vida.

—Pablo... No imaginaba nada... Lo siento... —Me abrazó muy fuerte y noté como su respiración se agitaba.

—¿Sabes qué? Que no me importa nada haber vivido todo eso si la
recompensa eres tú.