sábado, 15 de enero de 2011

Capítulo 11

Capítulo 11

Llegue a casa y no podía parar de pensar en Pablo. Nunca me hubiera imaginado todo esto. Pobre. Lo tuvo que pasar muy mal por culpa de su padre, pero eso no volvería a suceder. Su padre estaba en la cárcel y ahora me tenía a mí.
Pasó un mes y todo era perfecto. Paso rápidamente y cada día era más feliz. Estar a su lado era simplemente perfecto. Aunque en algún momento discutimos, eran cosas tontas y sin importancias. Cada día era una nueva sorpresa. Hacía bobadas para hacerme reír como una tonta, me daba detalles, me decía cosas bonitas… Y lo más increíble era que los dos éramos felices. Éramos él y yo. Los demás no importaban. Nada ni nadie conseguiría que nos separáramos. Quería ser y estar perfecta para él, asique…
Estaba en el recreo con mis amigas, les dije que se fueran a clases, que ahora iba. Fui al baño y mire si estaba vacío, me metí en uno de los cubículos y escuché por si acaso. Había comido demasiado y necesitaba echarlo para estar delgada. Metí los dedos, ya lo llevaba haciendo un mes, quizás algo más. Ahora me salía a la primera. Note como mis dedos tocaban mi campanilla. Estaba vomitando cuando escuché que alguien abría la puerta del baño en el que estaba. Cuando pude me di la vuelta para ver quién me molestaba. Pablo. Él. Me miraba con ojos decepcionados. Esos ojos que muchas veces mostraban amor, hoy mostraban decepción. Me sentí mal. No me podía mover. Se dio la vuelta y se fue. Me limpié y me fui en clase. No pensaba en nada. Solo en hablar con Pablo. Cuando llegue, él estaba guardando sus cosas.
—Cariño, ¿a dónde vas? —Le pregunté.
—No te importa. Adiós.
—¡Pablo! ¡Pablo! ¡Háblame, por favor! Joder, Pablo. —grité como una loca, la gente me miraba pero a mí me daba igual.
No pude detenerle. El profesor entró en clases y no pude seguirle. Aguanté como pude hasta que el colegio terminó. Salí corriendo esperando que Pablo estuviera fuera. Pero no estaba. Llamé a su móvil. No me contestaba. Estaba destrozada. Llamé y llamé pero no respondía. Llegué a mi casa y ahí estaba él. Esperándome en las escaleras. Parecía que había llorado. Sus ojos estaban rojos e hinchados.
—Princesa, tenemos que hablar. —Tenía miedo. Temí que me dejara—. Siento haberme marchado, pero necesitaba pensar.
Me abrazó mientras sus ojos se humedecieron.
—Pablo, no llores. Cariño… por favor. Todo está bien. Comí demasiado y me encontraba mal, y pensé que así me dejaría de doler el estomago. Casi nunca lo hago… —Sí, le mentí. Mentí a Pablo. Mi novio.
—No vuelvas a hacerlo. Princesa, prométeme que nunca más lo harás.
—Está bien. Te lo prometo. —Volví a mentir—. Si quieres podemos ir a comer una hamburguesa.
Si me ve comer seguro que me cree, ya lo devolvería más adelante.
—Vale.
—Invitas tú.
—Eh, ¿y eso por qué?
—Porque sabes que mi economía es de mala a pésima.
—Princesa, gastas demasiado.
—Boh, tontito. Entro en casa a dejar la mochila y nos vamos.
Sonrió. Entré en casa y le dije a mi madre que hoy iba a comer con un amigo porque luego debíamos hacer un trabajo y su casa estaba muy cerca de la biblioteca y me fui. Ese día comí una hamburguesa, bebí una coca-cola y de postre un trozo de tarta de chocolate. Parecía que iba a explotar. Me sentía gorda pero no podía hacer nada. No debía darle motivos a Pablo para que se preocupara. Pablo no paraba de hacerme reír, de besarme… Todo estaba bien… al menos de momento.

sábado, 8 de enero de 2011

Capítulo 10

Me giré y miré sus grandes ojos verdes, tenían  luz propia. Él me besó. Sentía coo mis piernas temblaban y mis dedos se perdían en su pelo. Todo era perfecto.

 —Pensé que no vendrías.

 —No seas tonto... No he dudado ni un segundo en que tenía que venir. Ha sido
precioso todo lo que has hecho hoy por mí.

 —Tú si que eres preciosa... y ahora sí que eres mi princesa, y lo serás
por siempre.

Pasamos toda la tarde haciendo el tonto por la calle, besándonos en cada sitio que parábamos y parando cada segundo.

Entonces sí que estábamos juntos y nadie nos podría separar. Pablo me acompañó a mi casa cuando me tenía que ir. No podía despedirme, quería dormir abrazada a él. Quería verle en todo momento.

Al día siguiente fuimos juntos al instituto, no parábamos de besarnos como locos. Nos daba igual que todo el mundo nos viera. Éramos felices así. Mis amigas me vieron yvme felicitaron; pero Rodri, nos vio, agachó la cabeza y se fue. Marcos se rió de nosotros y Diana se puso roja de envidia.

Mi novio era el chico más perfecto que había conocido en mi vida. MI NOVIO.

Me encantaba como sonaba... Esa tarde habíamos quedado y no
quería decirme dónde me llevaría. ¿Otra sorpresa? Posiblemente.Mi
madre me obligó a comer y luego no pude entrar en el baño porque ella se estaba duchando para ir al trabajo. Joder, ahora no podía ponerme como una foca, tenía que estar perfecta para Pablo.

El timbre sonó y bajé a abrir la puerta. Ahí estaba Pablo, sonriendo.

Fuimos a las afueras de la ciudad y me tapó los ojos con un lazo rojo.

—¿Confías en mí, princesa?  —dijo.

 —A ciegas.  —contesté.

Me llevó a un sitio donde se escuchaba el río y me quitó el lazo. Aquello era precioso. Estábamos en la orilla del río, el agua era cristalina y los árboles eran muy altos, sus hojas empezaban a
ponerse marrones y a caer sobre la hierba. Los huecos que habían entre las hojas de los árboles dejaban pasar rayos de luz que en este momento iluminaban a Pablo.

 —Pablo, quiero saberlo todo sobre tí, quiero saber más cosas de ti que las que tú sabes. Háblame de tus amigos de Madrid, de tu colegio, tu casa... de tu padre...

 —¿Mi padre? Mi padre es un cabrón, Lore. Mi padre maltrataba a mi
madre. La última vez que la pegó yo lo vi todo y me metí por medio. Mi padre llevaba una navaja y yo no la había visto. No dudó ni un puto segundo en clavármela. —Se levantó la camiseta, dejando ver una cicatriz—. Después de clavarmela se fue a continuar dándole una de sus palizas a mi madre y aproveché para llamar a la policía. Mi madre estuvo tres semanas en coma. Mi padre está ahora en la cárcel pero no sé por cuanto tiempo, así que mi madre y yo decidimos que este sería el mejor sitio para olvidarlo todo y comenzar una nueva vida.

—Pablo... No imaginaba nada... Lo siento... —Me abrazó muy fuerte y noté como su respiración se agitaba.

—¿Sabes qué? Que no me importa nada haber vivido todo eso si la
recompensa eres tú.


lunes, 27 de diciembre de 2010

Capítulo 9

Capítulo 9
No quería hacer nada. No me apetecía. Acabaron las clases y me fui corriendo a casa. Me hinché a comer patatas y chocolate. Notaba como la comida se acumulaba en mi cuerpo. Tenía que expulsarla. Cada vez me resultaba más fácil hacerlo, aunque aún me costaba un poco. No me apetecía hacer nada. Me marché a mi habitación y me encerré. Joder. ¿Desde cuándo conocía a Pablo? No había pasado ni dos semanas desde que nos conocimos y lo amaba, no podía negar lo que sentía. No a mí misma. Nunca me sentí a si por ningún chico. No hice nada en toda la tarde. No cené nada. Me metí en la cama sobre las 10 de la noche. Le dije a mi madre que me encontraba mal y no me hizo cenar nada. Al día siguiente al despertarme seguía enfadada con todos: con el mundo, con mi madre, con mis amigas, con Pablo pero sobretodo, conmigo misma. Nada más salir de casa me encontré con una carta situada en las escaleras. La cogí y la leí:
“Princesa, te necesito. Haré todo lo que haga falta para que me perdones por mi comportamiento estúpido y para que estemos juntos por siempre. Princesa, te quiero”
Definitivamente era de Pablo. No sabía si quería verle. ¿A quién quiero mentir? Obvio que lo quiero ver, abrazarlo, versarle, decirle que le quiero y que siempre estaremos juntos… pero no quería que esto fuera como una montaña rusa, un día estar bien y al siguiente fatal. Llegué a clase y en mi mesa había algo escrito. Me acerqué a leerlo pensando que sería una de las bromitas de Marcos. ¡Cuánto me equivoque! Era algo muy bonito. Una canción que me encantaba.
Buenos días, buenas tardes, buenas noches quiero darte
Contarte como me ha ido en el trabajo y aburrirte
Cenar viendo una peli sin rencores por besarte
y hacerte luego el amor tantas veces como aguante.
Firmarnos de alegría sin papeles de por medio
Discutir seguidamente y encontrar siempre el remedio
Mirarnos a los ojos cada uno es un extremo
El mar y el cielo convirtiendo el mundo en nuestro
Despellejar toda tu ropa, mi objetivo, tu desnudo
Bromear mordiéndote en la mejilla del culo
Observarte a mi lado y examinar todas tus curvas
Seguidamente el saboreo de toda tu carne cruda
Sin dudar mis sentimientos querernos hasta ancianos
Saciarnos con placeres despacito y con amor
Con esfuerzo incomparable sin parar y sin cansarnos
Las sábanas son olas movidas por Poseidón
Llevarte al cine los domingos, recorrer España en moto
Tener que levantarme pronto y reparar los cuadros rotos
Un beso nuestro es un regalo entre nosotros y privado
Me encanta decirte esta frase y es que estoy enamorado
Cada día te echo en falta entre las sábanas y almohadas
Das razones a mi vida y sin ti ya no encuentro nada
He llorado por nosotros aunque tú no me hayas visto
Tantas lágrimas perdidas entre polvo de mi piso
Lo que Dios quiso, que no lo separe el hombre
Quiero volver a discutir tener un hijo igual el nombre
Solo quiero ser feliz y que lo seas junto a mi
Pedirte un día el matrimonio y sin dudar digas que si
Eres mi musa, mi cuestión, mi razón ¿y que soy yo?
Comparable con mi vida no se vivir sin corazón
Y la razón de esta canción ni la encuentro ni la busco
Sin intención de reconquista veinte mares los que surco
Como meses a tu lado más pecados que interfieren
Siento haber sido un humano al que las situaciones hieren
Me desvivo por tu aliento en la nuca o bien mi boca
Despellejando tantas rosas y dejar la flora rota
La fauna hambrienta, el hambre atienta
Inspírame cuando la mente esté sedienta
Pero los días alientan, contentan al esclavo
Que no escarmienta y sigue queriendo un buen bocado
Te echo de menos princesa.
Era una canción de Pol 3.14 y me hizo llorar. Me encantaba esta canción. Era un detalle que nadie había hecho por mí. Era una tontería, pero una tontería muy bonita. El profesor entró en clase pero Pablo no apareció en ningún momento. Recibí un sms. Era de Pablo. “PERDONAME. Te gsto la canción d la msa? Djame hcerte 1 princesa. Djame hcerte mi princesa” No entendía por qué Pablo no estaba en clase. ¿Dónde estaba? Pensé todo el día en él. No sabía si perdonarle o no. Quería perdonarlo pero… Terminaron las clases y tenía que ir a casa. Salí y en la pared del patio había un grafiti. “Quiero estar contigo toda la vida, perdóname. Princesa, lo eres todo” Otra vez Pablo. Quería verle. Cada detalle: la carta, la mesa, el grafiti… me hacía feliz. Sabía lo que quería. Sabía lo que haría.
Llegué a mi casa y en el suelo había una corona de princesa con otra carta:
“Eres mi princesa. Quiero construir un mundo en el que tú seas el centro y yo sea el satélite que gira alrededor de ti. Tú serás la princesa de ese mundo. Tú eres la princesa de mi mundo. En mi mundo solo existimos tú y yo, somos felices. Te quiero, me quieres. Todo es perfecto. Esto es lo que haces tú en mi vida. Haces de mi vida un mundo perfecto. Por favor, perdóname y dame otra oportunidad. No te fallaré. Te espero en la plaza donde te vi por primera vez. A las 5:30 estaré allí. Si no vienes, te dejaré en paz. Prometido.”
Nunca pensé que Pablo hiciera todo esto por mí. Él era el guaperas, el chulito, el chico que va de duro, que no le importa nada ni nadie. Lo hizo todo por mí. Le importaba. Me quería. Creo que tenía razón cuando me dijo que me equivocaba con él. Entré en casa. Tenía que ducharme, prepararme y “comer” un poco. Nunca había estado tan nerviosa. No podía quitarme la estúpida sonrisa boba que tenía en mi cara. Eran las 5:15 cuando salí de casa, no quería llegar tarde. Llegue pero no había nadie.
Fui al banco a esperarle. Otra carta y un mechero. Era imposible no quererle.
“Este es mi mechero. El mechero con el que encendí todos tus cigarros. Ahora es tuyo”
Observé el mechero. Era normal, de color blanco, pero Pablo había escrito algo en el con un permanente negro. “Te quiero” ¡Que mono! Alcé la vista y vi que una niña pequeña, rubia se acercaba con una rosa roja en la mano.
-Princesa, esta roja es para ti. Es pura y a la vez sexy, como tú –dijo la pequeña.
-¿Para mí?
-Sí. Un chico me mandó dártela. Oye, ¿de verdad eres una princesa?
-Sí. Lo es. Es la princesa de mi vida. De mi mundo. –Pablo rodeó mi cintura con sus fuertes brazos y me besó el cuello.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Capítulo 8

Pablo sonrió mientras se acercaba lentamente a mi boca, con cautela por si volvía a rechazarle. Pero esta vez no pude rechazarle. ¿Cómo iba a rechazar a la persona que siempre estaba ahí cuando estaba en peligro? Nos besamos lentamente. Deseé que ese beso fuese eterno pero apenas duró.
-¡Ah! ¡Me duele la herida! - Era verdad, Pablo aún seguía sangrando del labio-. Pero si me besas así otra vez creo que esto se cura en segundos…
Volvió a sonreírme de esa forma que me gustaba tanto y me hacíasoñar. Le besé, lentamente, con cuidado, sintiendo como todos los problemas se alejaban de mí, notando sus manos en mis mejillas y mis manos tocando su suave pelo…
Me fijé en la plaza en la que estábamos. Era la plaza donde le conocí, en el banco donde le vi por primera vez. Pablo me miró a los ojos. Yo estaba temblando. Había sido el momento más perfecto de mi vida.
-Hace frío princesa. ¿Vamos a casa, vale? Demasiadas emociones juntas hoy…
Le sonreí. Me volvió a besar tiernamente y fuimos hacia mi casa abrazados. Al llegar a la puerta me besó de nuevo.
Aún no me acostumbraba a aquello pero me encantaba sentir el roce de
sus labios. Subí a mi habitación y me metí en la cama, no podía dormir, sólo podía pensar en él.
A la mañana siguiente me despertó un sms. Cogí el móvil y vi que ponía: “Princesa.. kiero vert!! Te exo d -! Pueds kdar?” Era Pablo. Yo también quería verle, quería besarle y abrazarle. Mierda, hoy no podía quedar con él. Había prometido a mi madre que me quedaría a recoger mi cuarto, y tal y como estaba mi habitación supe que estaría todo el día ahí encerrada.
“Pablo! Lo sient mxo xo hoy no puedo… Lo siento! Mñn nos vems ok? Yo tambn t exo d -!”
El día fue muy aburrido. Recoge esto, recoge aquello… Pablo no salía de mi mente pero eso ahora ya no era un problema. Ya estaba con él. Mierda, ¿Qué
se suponía que éramos Pablo y yo? ¿Amigos? ¿Novios? Él me echaba de
menos, eso era lo único importante. Mañana aclararía las cosas con él.
Al día siguiente me desperté pronto. Quería llegar de las primeras a clase para poder aclarar las cosas con Pablo. No desayuné nada,  me puse un
pantalón vaquero, las converse y una de mis camisetas favoritas y salí
corriendo de casa.Llegué a clase per Pablo aún no había llegado. Apareció
Rodri y me dijo que quería hablar conmigo asique me fui a dar una vuelta
por el instituto con él, pero antes mande un sms a Pablo. “Pablo,
avisam cuand llegues a clase! Qiero vert ya! =)”
Cuando Rodri y yo estuvimos a solas me dijo:
-Lore, desde hace tiempo quiero decirte algo pero nunca me he atrevido.
-Bueno, tranquilo. Dime.
Rodri se quedó mirándome unos segundos y me besó. Yo no pude hacer nada por detenerlo pero me aparté lo antes posible.
- Rodri, ¿se puede saber lo que estás haciendo?
-Lore, estoy enamorado de ti, desde siempre.
-Rodri… yo… yo quiero a Pablo y quiero intentarlo con él. Lo siento.ç
¿Quiero a Pablo? ¿Ya lo había reconocido? Sí, sin darme cuenta había reconocido que le quería, aunque era más que obvio. Fui a clase para intentar ver a Pablo. Allí estaba él. Realmente guapo, perfecto.
-Pablo, tenía ganas de verte.
-¿Sí? No lo parece…
¿Qué le pasaba ahora?
-Pablo, sabes que sí que quería verte… lo del sábado…
-Lo del sábado fue una estupidez, Lorena. Tú estabas mal y yo sólo intentaba animarte, nada más.
¿Nada más? ¿Cómo que nada más? Para mí sí que había sido algo más. Quería llorar, quería comer hasta reventar, pero me contuve, él no iba a conseguir hacerme llorar. Entró el profesor y me senté en mi sitio. No presté atención a nada de lo que decía, en mi mente sólo se repetía una cosa: Pablo, Pablo,
Pablo…
Salí al recreo y les dije a mis amigas que prefería estar un rato sola, necesitaba llorar. Me senté en un banco que daba a la parte de atrás del instituto. Allí no solía ir nadie. Me puse a llorar. No podía entender a Pablo. Un día parecía que me quería y que me echaba de menos, y al día siguiente que sólo me besó por lástima. Le odiaba, le odiaba más que nunca; y le quería, le quería más que a nadie.
-Lore…
Joder, el imbécil de Pablo.
-¿Qué coño quieres? ¿También te doy pena ahora y me vas a besar? Vete a
la mierda ¿vale? Eres un cabrón. ¿Por qué me mandaste luego el sms
diciendo que me echabas de menos? Eres un cabrón, eres un cabrón Pablo y
yo soy gilipollas por pensar que sentías algo por mí.
-¿Yo soy un cabrón? ¡Al menos yo no juego a dos bandas! Si te besé no fue
por lástima, eso lo he dicho porque estaba enfadado. Te besé porque
quiero estar contigo, pero parece que tú quieres estar con tu amiguito…
así que deja de insultarme porque yo al menos no te he mentido.- Le
odiaba, si no fuese porque tenía ganas de besarle juro que le hubiese
matado en ese mismo instante con mis manos.
-¿Con Rodri? ¡Tú eres gilipollas! Yo quiero estar contigo, él sólo es mi
amigo.
-¿Tu amigo? Vaya, pues que bien tratas a tus amigos… metiéndoles la
lengua hasta la campanilla…
- ¿Pero qué estás diciendo?
-Joder tía, ¡que ya sé lo de esta mañana! Deja de hacerte la tontita, ¡coño!
-¿Lo de esta mañana? ¿Quieres saber que ha pasado esta mañana? Que Rodri
me ha dicho que me quiere, me ha besado y me he apartado en cuanto he
podido… y le he dicho que sólo quiero estar contigo…
Todo volvía a salir mal. Me fui a clase, ya era tarde. Pablo tardó diez minutos más y se inventó una excusa penosa para justificarse. Se sentó y me mandó un
sms: “Ncesito hblar cntigo. PERDONAME. Dsd k te vi kise star cntigo! No aguant ni un solo segund + sin ti. Perdoname!” No, no iba a perdonarle. Estaba harta, lo nuestro nunca podría funcionar.

domingo, 5 de diciembre de 2010

Capítulo 7

Capítulo 7
Las siguientes clases las pase mirándole, sonriéndole y pensando en él. Sabía que esto no estaba bien. No podía enamorarme del típico chulito que se lleva a todas de calle y tiene, como mínimo, una novia por semana. Aunque algo en mi interior me decía que le diera una oportunidad, que lo conociera más de fondo. Hoy fue sincero cuando me contó el por qué había venido a vivir aquí. Sentía curiosidad por saber por qué no quería hablar de su padre, pero no le iba a obligar a contármelo. Estaba empezando a pensar que su pose de tío duro y chulo era pura apariencia y que detrás de esa mascara se escondía un chico sensible y romántico. Sonó el timbre. Tocaba recreo. Alba se acercó a Yaiza, a Rebe, a Silvia y a mí y nos dio un papelito a cada una. “El sábado hay fiesta en mi casa. A las 18:00 h”. Observé como seguía dando papeles a la gente. Le dio uno a Pablo. Sabía que Pablo iría. Tenía que convencer a las chicas para ir. La verdad es que fue muy fácil, ellas querían ir.
El resto del día fue normal. Clases, como siempre, aburridas, sonrisas con Pablo en medio de la clase, mi madre obligándome a comer demasiado. Total, tuve que volver a practicar mi “estrategia” para librarme de tanta comida.
Por la tarde, quedé con Silvia. Hacía tiempo que no quedábamos y teníamos uno de esos días de cotilleos, pelis bobas… Hablamos de mil estupideces, nos reímos con las paridas que hicimos hace tiempo y con las que hicimos hoy. Y por supuesto, no falto el tema de Pablo
-Reconócelo, Lore, te gusta Pablo.
-¿Cómo me va a gustar Pablo? Es un chulo y un creído, y ya aprendí la lección cuando estuve con su primo.
-Pero con él es diferente. Y tú lo sabes. A mí no me puedes engañar, recuerda que te conozco demasiado como para saber si mientes o dices la verdad.
-¿Se nota mucho? –pregunté, rindiéndome.
-A ver, pones cara tonta cuando lo ves, te quedas embobada mirándolo, sonríes cuando te mira, si está cerca también sonríes… y tus ojos brillan si alguien lo nombra, o si tu lo nombras.
-Joder, ni siquiera sé como ocurrió. Él es estúpido, chulo, creído, es como su primo. Me cae mal… me caía mal… Pero me vuelve loca. A veces es tan dulce, otras tan gilipollas. ¿Cómo voy a saber lo que siento si estoy hecha un completo lio? Mira, cuando él está cerca quiero ir allí y besarle, pero odio que utilice conmigo “princesa” con eso tono posesivo. No soy nada de él, aunque no sé si eso es bueno o malo, si quiero ser o no quiero ser nada de él. No sé si le quiero, si le odio, lo único que sé es que no consigo que se vaya de mis pensamientos.
-Si quieres mi más humilde opinión, creo que estás enamorada de él. Y que lo estás desde el primer momento en que lo viste.
No sabía que pensar. ¿Me estaba enamorando de Pablo? ¿Tenía razón Silvia? ¿Se estaba equivocando y no era cierto? En realidad, no tenía ni la más mínima idea de nada. Pero no debía enamorarme de él. Me alejaría de él. Eso es lo mejor para todos, alejarme de él.
Los dos días siguientes lo evitaba en clases, salía corriendo para que no me acompañara a casa. Pero… en la fiesta lo tendría que ver. Eso no lo podía evitar.
Al final, el sábado llegó, y con él la fiesta. Me desperté bastante tarde. Me di una ducha relajada, comí un poco, me deshice de la grasa que me habían obligado a comer… Me puse mis pitillos negros, una camiseta larga con un escote de infarto, también negra, y unos botines grises que tenían un poco de tacón y prácticamente eran nuevos. Me maquillé un poco, pintándome los ojos con unas sombras negras difuminándola, dando un toque negro por abajo y gris un poco más arriba, eso lograba que mis ojos, que también eran negros, adquirieran una gran profundidad. La verdad es que estaba genial. Fui a donde habíamos quedado las chicas y yo, ya que habíamos decidido ir juntas.
Marcos, Diana y el resto del grupito de las “super guay”, un montón de gente que no conocía de nada… Todos estaban en la fiesta. Todos menos Pablo. ¿Dónde estaba Pablo? En la fiesta no estaba, no aparecía por ningún lado. La cuestión es que hago yo buscándolo. Había decidido alejarme de él, así que no me importaba si está o no en la fiesta. Decidí dejar mi abrigo y mi bolso en la habitación que nos había mencionado Alba y ya de paso coger algo de ver. Había algunos que ya llevaban varias copas de más, pero yo seguía mirando toda la sala en busca de Pablo. No podía evitarlo. Nada, no aparecía. Volví con mis amigas y de repente apareció.
-Lore quiero hablar cinco minutos contigo. –Me dijo Pablo agarrándome con cariño de la mano.
-Perdóname, pero ahora no puedo. –Yo seguí bailando con Rebe.
-Voy un momento al baño. Vengo enseguida. –Odiaba a Rebe. ¿No puede escoger otro momento para ir al baño?
-Por favor, Lore, deja de esquivarme. Me estoy volviendo loco. Un día va todo bien y al siguiente me esquivas, parece que te doy asco… Desde que nos conocimos te he pedido perdón millones de veces, reconozco que algunas veces la cagé muchísimo, pero… ¿ahora? ¿Qué se supone que hice ahora? Ahora, y tú lo sabes, no te hice nada. Princesa, no me trates así.
-Pablo, respétame. No quiero hablar contigo.
Me fui de allí, dejando a Pablo en medio de la sala, mirándome. Cada día estaba más guapo, cada día su voz me llamaba más la atención, sus ojos, su pelo negro, sus labios, da día me gustaba más. Él, era simplemente él. Me fui a una habitación vacio y me senté en la cama. No pude evitar que de mis ojos brotaran más y más lágrimas. Era inevitable. Alguien abrió la puerta. Marcos. Pensé que cogería algo y se largaría.
-Pero que guapa estás… ¿Qué haces llorando? Deja que te anime, preciosa.
Se acercó a mí. Me intentó besar. Me aparté como pude. Note su olor. Olía a alcohol, estaba borracho. Intenté que no me besara, pero me agarró fuertemente de las muñecas y me tumbo en la cama. Comenzó a besarme por el cuello mientras su mano recorría mi camiseta y acariciaba mi tripa
-¡Quita, ostia! ¡Marcos, para!
Era muy fuerte. No podía hacer nada. Lloré. Grité. Intenté apartarlo. Era inútil. La puerta se abrió y alguien le empujó.
-¡Que te apartes, ostia, si no quiere, no quiere!
Joder, era Pablo. Después de cómo lo traté hace unos minutos y ahora él me estaba defendiendo de su primo.
-Pablo, pírate. Esto no es asunto tuyo. Vete.
-El único que se va de aquí eres tú. Marcos, lárgate.
Marcos le dio un puñetazo a Pablo. El labio de Pablo empezó a sangrar. Pensé que se iban enzarzar en una peles, pero pablo me agarró de la mano y me sacó de allí.
-Princesa, nos vamos.
Salimos de casa de Alba casi corriendo. Estuvimos andando abrazados, como si fuéramos novios, mientras él me besaba el pelo. Nos paramos en un banco. Yo seguía llorando. Sentí como si la mano de Marcos me recorriera la piel.
-Pablo, muchas gracias. Yo… no se qué hubiera pasado si no llegas a entrar…
-Lore, prefiero no pensar en eso. No sé que hubiera hecho si mi primo te llega a… Joder, Lore, si te pasa algo yo me muero. –Agachó su cabeza. Le acaricié el pelo. Cuando, al fin, levantó la cabeza, pude ver como las lágrimas surcaban su rostro. Le abracé-. Lore, me importas, y me importas mucho. Entiéndelo. Aunque no lo creas, conocerte es lo mejor que me pudo pasar en la vida, porque todo o bueno que tengo en esta vida, me lo has dado tú. Yo, antes de conocerte, no tenía buenos recuerdos, ahora… Tú haces que quiera seguir viviendo.
Me acarició la cara. ¡Dios! Que mono. Limpió mis lágrimas, apartó mi pelo de la cara y pasó suavemente sus dedos por mis labios. Mi corazón iba a mil por hora. Sin que yo me diera cuenta, una de mis manos fue a parar a su cara. Quería besarlo. Me quería besar. Ahora ya no estaba confusa. Sabía lo que quería. Sabía que lo quería. Adelanté mi cara y le di un suave beso en la mejilla, cogiendo una lágrima que escapaba de sus ojos. Volví mi cabeza atrás y lo miré a los ojos. Nuestros ojos se encontraron. Saltaron chispas. Nuestras caras se acercaron.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Capítulo 6

Hacía calor, era una tarde cálida de septiembre. Yo estaba en sentada en un césped, a la sombra de un árbol. Era un día  precioso, un día de esos que aun que todo vaya mal, simplemente con ver  cómo brilla el sol una sonrisa se dibuja en tu cara. Mi larga melena negra estaba recogida hacia un lado. Llevaba el pelo ondulado y una
diadema azul turquesa me recogía el flequillo, con una camiseta blanca de tirantes, unos shorts vaqueros y mis convers azules. Alguien se me acercó por detrás y me tapó los ojos mientras me besaba lentamente el cuello, haciendo que me estremeciese. Intenté apartar las manos de  mis ojos. Eran unas manos grandes, de las que al ir agarrada a ellas sientes seguridad. Volví la cabeza para ver quien era. Ahí
estaba él, Pablo. Sonriendo, acariciándome la cara. Nos miramos
fijamente unos segundos y me besó. Al apartarse me sonrió. De repente
sonó “Lorena” de Sr. Trepador.

Era la alarma de mi móvil. ¿Había soñado con Pablo? ¿Pero mi mente funcionaba bien? Yo debo ser masoca… Bajé a desayunar. A parte de las galletas también tenía que digerir mi sueño… Esto no era normal, no podía ser normal. No conocía prácticamente
a Pablo, y lo que conocía de él no me gustaba.

Me vestí rápidamente, llegaba tarde a clase y salí corriendo de casa.
Al llegar al instituto ya habían cerrado las puertas de las clases, lo que significaba que ya no podría entrar hasta la siguiente hora. Joder. Parecía que hoy tampoco iba a ser un gran día para mí. Saqué un cigarro y busqué mi mechero. Perfecto, se me había olvidado de nuevo. Levanté la vista. Mierda, mierda, infinitamente mierda. Pablo se estaba acercando.
-¿No tienes hoy tampoco mechero?
-No.
-Puedes pedírmelo. Ya me dijiste que nuestra relación se basaría en esto, tú me pedirías fuego los días que no tuvieses mechero y no hubiese más fumadores.
-Dame fuego.
-No. Al menos pídemelo bien, princesa.
-Pablo, por favor, ¿serías tan amable de darme fuego?
-Muy bien. Así se piden las cosas. -dijo mientras me pasaba el mechero y me guiñaba el ojo-. ¿Qué haces aquí que no estás en clase? No me digas que eres una chica mala...
-No me digas que eres gilipollas… -dije mirándole mal.
-Veo que no has pasado buena noche, ¿no? Si hubieses soñado conmigo aun
estarías sonriendo…
- ¿Tú eres tonto? Sí, no me respondas. Eres tonto. ¡No he soñado
contigo! ¡Nunca podría soñar con alguien tan idiota como tú!
Creo que estaba roja. Era imposible que Pablo supiese que había soñado con él.
Dios, ahora me miraba asustado, y era normal. Le había montado el numerito
por nada, bueno, por colarse en mi mente otra vez. Había actuado como
una loca histérica.
-Pablo, perdóname. No me lo tengas en cuenta, ¿vale? -dije para intentar disimular que realmente había soñado con él.
-Ui… ¡Pero si sabes pedir perdón! Felicidades princesa.
-Vete a la mierda un poco, tío. Te acabo de pedir perdón.
Le estaba dando la espalda para irme y me agarró.
-Ei, disculpa la falta de costumbre de que me pidas perdón cuando me tratas mal.
-Porque el resto de las veces te lo buscas tú solito.
-En fin... Creo que en el fondo si que me aprecias. ¿Por qué no vamos a sentarnos a ese banco? Ya que tenemos que esperar a que nos dejen entrar podemos esperar juntos… así podrás seguir fumando, si no...  no hay mechero.
-Está bien. -dije con pocos ánimos.
Al ir hacia el banco me fijé en su culo. Empezaba a pensar que últimamente mis hormonas estaban totalmente revolucionadas. Llevaba unos pantalones vaqueros. Por encima del pantalón se asomaban sus calzoncillos UNNO negros. Me encantaban
los calzoncillos negros. Nos sentamos en el banco.
-Entonces ¿Quétal te va con tu novio? Rigoberto o algo así ¿no?
-Rodrigo. Se llama Rodrigo.
-¿Así que sí que es tu novio, no?
-No. No lo es. Lo del beso fue por error. Sólo somos amigos. - Pablo me
sonrió con su sonrisa perfecta de anuncio publicitario-. ¿Y a ti qué tal te va con Diana?
-No tengo nada con ella.- Me sentí aliviada.
-Ayer… la besaste.
-Ya. No sé. Se me fue la pinza.
-Le dedicaste una canción en el tuenti.
-Jajajajaja. - Pablo no dejaba de reir.
-Ei, ¿He dicho algo gracioso?
-Nada. La canción no era para ella. Era… para otra chica.
Bien, Lorena. La canción no era para la insoportable y “super-guay” de Diana, pero
tampoco era para ti.Continuamos hablando un rato hasta que le pregunté que porqué había venido aquí a vivir, si tan sólo era un pueblecito de Burgos.
-Antes vivía en Madrid. - Me respondió Pablo-. Pero mis padres se divorciaron y mi madre y yo preferimos alejarnos de todo aquello así que vinimos aquí a empezar una nueva vida, porque mi tío ayudó a mi madre.
-¿Y tu padre? ¿No te duele estar tan lejos de él?
-Prefiero no hablar de eso, princesa. - Me dijo sonriendo pero con
tristeza en la mirada-. Y vamos entrando, que se nos va ha hacer tarde.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Capítulo 5

Capítulo 5
Cuando me desperté, estaba sentada en un banco. Tenía la cabeza apoyada en el pecho de Pablo mientras él me acariciaba el pelo, sacándomelo de la cara. Notaba su respiración, su aliento, que olía a chicle de menta. Y no podía
quitar los ojos de su boca. Esa boca que Diana había besado. Esa boca que yo había rechazado.
-¿Estás bien?
- No, no estoy bien. Joder… me duele la muñeca, y la cabeza… y todo. ¿Qué me
ha pasado?
-Te llame y te pusiste a correr como una loca, luego te mareaste y vi como te caías, llegué justo a tiempo para sostenerte, pero creo que te cogí mal la mano y te hice daño. ¿Te desmayas muy a menudo o es solo al verme?
-No te importa el motivo. Me voy a mi casa. –Dije mientras me levantaba despacio del banco, no quería volverme a caer.
-Joder, que mal humor. Aun encima que te ayudo y me tratas así.
-Pues por mí no te preocupes, preocúpate de Diana.
-¿Estás celosa?
-¿Yo? Estaría celosa si me importases, pero es que todo tú me la suda.
-Sí, eso ya lo sé. Podrías haberte ahorrado todo el paripé que me montaste y haberme dicho que ya eras la chica de colección de ese amiguito tuyo.
¡No me lo podía creer! ¿Pablo pensaba que tenía algo con Rodrigo? Podría decirle que eso no era verdad, desmentírselo, pero ¿qué más daba? Probablemente no me creería, además, él ya tenía a la tonta de Diana, así que por mí, podían ser felices y demás chorradas. Mierda. ¿A quién pretendía engañar? En realidad quería que Diana le pusiera los cuernos y que Pablo se liara conmigo, que no duraran nada, que se odiaran. Joder, ¿qué me pasaba? Parezco tonta, como si me importase que estuviesen juntos o no. Eso me da exactamente igual, Pablo es un creído y un flipado que conoces de hace dos días y que aun encima no aguantas y Diana… es la petarda de Diana. Intentaba convencerme de eso, de que me daba igual lo que pasara entre ellos. No me apetecía seguir mirando los ojos de Pablo, ni su boca, su sonrisa, o su cuello. Hasta ahora, no me había fijado en su cuello. Era el típico cuello que te apetece morder y besar como si nunca más lo volvieras a hacer. Dios… Tenía que reconocer que Pablo estaba muy, pero que muy bien, tenía algo que le hacía encantador.
-Déjame en paz. Me voy a casa.
-Te acompaño. –Dijo mientras se levantaba del banco
-No hace falta. Se ir sola a mi casa.
-Pero tengo miedo de que te vuelvas a desmayar o algo así. Te acompaño digas lo que digas.
-Vale, pero iré escuchando música, así que no te hare nada de caso.
Saqué mi Ipod y me puse a escuchar “Tal como eres” de El Canto del Loco. Me puse a cantar de nuevo, por segunda vez, Pablo me escuchaba cantar. “Y pensando que sinceramente te quiero así, tal como eres y como se, que lo que haces te hace feliz, tal como eres.” Me di cuenta de que Pablo me miraba, me quité los cascos
-Cantas muy bien, Lorena. Además esa canción es muy bonita.
-Gracias. Hemos llegado. Ya puedes irte a donde quieras, has cumplido.
-Princesa, tienes una opinión equivocada de mí. No soy como crees. Hasta mañana.
Me guiño un ojo y se marchó. Entré en mi casa. Hoy, mi madre tampoco comería conmigo. Mejor, comí unas pocas cucharadas de sopa y el resto lo tire a la basura. Los filetes ni los probé. Sabía que el desmayo era debido a no comer, pero hoy fue un día horrible y no tenía ganas de comer.
Decidí darme una ducha para relajarme y no pensar en nada ni en nadie. Fue imposible. Pablo no salía de mi mente. Pensé en Rodri, en que si que era guapo y comparándolo con Pablo, él era mucho mejor chico. Aun así, Pablo seguía en mis pensamientos. Aún podía escuchar su voz cuando me llama princesa. Salí del baño relajante, que había sido un completo fracaso porque no me sirvió para quitarme todos esos estúpidos pensamientos sobre Pablo. Me conecté un poco al tuenti. Pablo tenía un comentario de la petarda de Diana. Algo me dijo que lo mirara. No me lo podía creer. Pablo acababa de poner un tablón con la canción que había cantado hace un rato. Por unos instantes pensé que me la dedicaba a mí. ¡Qué tonta soy! Debajo de la canción ponía “Desde que te vi, quise estar a tu lado” estaba claro que iba dirigido a Diana. Además, ella acababa de dejar un comentario agradeciéndole la canción. Sí, estaba claro que era para ella.
¿Pero por qué me importaba tanto que estuvieran juntos? Yo fui la que rechazó a Pablo, así que él no me impota. Serían mis hormonas, que están revolucionadas, como dice Silvia, a esta edad, parece que las que dominan son siempre las hormonas y no la mente. Volvía mirar su tablón y al ver, otra vez, el comentario de Diana me puse a llorar. Bajé a la cocina y busqué algo de comer. Chocolate. Eso siempre me servía. Me comí una tableta y media de chocolate. Ostia, ¿quería adelgazar y me ponía a comer chocolate? Me sentí gorda. Sé que no lo estoy, pero dos días comiendo así y lo estaré. Fui al baño e intenté vomitarlo. No se me daba bien hacer esto. Cuando de pequeña estaba enferma e intentaba vomitar, nunca me salía y lloraba por el esfuerzo. Venga Lore, puedes hacerlo. Me dije a mi misma. Lo intentas una vez más y si no puedes lo dejas. Lo volvía a intentar y esta vez funcionó. Me limpié y limpie el baño para no dejar rastros.
El resto de la tarde se pasó lentamente. Entre películas, tuenti y deberes… Legó mi madre y me obligó a cenar. Por suerte, si me pasaba con la cena, sabía lo que tenía que hacer.