sábado, 6 de noviembre de 2010

Capítulo 6

Hacía calor, era una tarde cálida de septiembre. Yo estaba en sentada en un césped, a la sombra de un árbol. Era un día  precioso, un día de esos que aun que todo vaya mal, simplemente con ver  cómo brilla el sol una sonrisa se dibuja en tu cara. Mi larga melena negra estaba recogida hacia un lado. Llevaba el pelo ondulado y una
diadema azul turquesa me recogía el flequillo, con una camiseta blanca de tirantes, unos shorts vaqueros y mis convers azules. Alguien se me acercó por detrás y me tapó los ojos mientras me besaba lentamente el cuello, haciendo que me estremeciese. Intenté apartar las manos de  mis ojos. Eran unas manos grandes, de las que al ir agarrada a ellas sientes seguridad. Volví la cabeza para ver quien era. Ahí
estaba él, Pablo. Sonriendo, acariciándome la cara. Nos miramos
fijamente unos segundos y me besó. Al apartarse me sonrió. De repente
sonó “Lorena” de Sr. Trepador.

Era la alarma de mi móvil. ¿Había soñado con Pablo? ¿Pero mi mente funcionaba bien? Yo debo ser masoca… Bajé a desayunar. A parte de las galletas también tenía que digerir mi sueño… Esto no era normal, no podía ser normal. No conocía prácticamente
a Pablo, y lo que conocía de él no me gustaba.

Me vestí rápidamente, llegaba tarde a clase y salí corriendo de casa.
Al llegar al instituto ya habían cerrado las puertas de las clases, lo que significaba que ya no podría entrar hasta la siguiente hora. Joder. Parecía que hoy tampoco iba a ser un gran día para mí. Saqué un cigarro y busqué mi mechero. Perfecto, se me había olvidado de nuevo. Levanté la vista. Mierda, mierda, infinitamente mierda. Pablo se estaba acercando.
-¿No tienes hoy tampoco mechero?
-No.
-Puedes pedírmelo. Ya me dijiste que nuestra relación se basaría en esto, tú me pedirías fuego los días que no tuvieses mechero y no hubiese más fumadores.
-Dame fuego.
-No. Al menos pídemelo bien, princesa.
-Pablo, por favor, ¿serías tan amable de darme fuego?
-Muy bien. Así se piden las cosas. -dijo mientras me pasaba el mechero y me guiñaba el ojo-. ¿Qué haces aquí que no estás en clase? No me digas que eres una chica mala...
-No me digas que eres gilipollas… -dije mirándole mal.
-Veo que no has pasado buena noche, ¿no? Si hubieses soñado conmigo aun
estarías sonriendo…
- ¿Tú eres tonto? Sí, no me respondas. Eres tonto. ¡No he soñado
contigo! ¡Nunca podría soñar con alguien tan idiota como tú!
Creo que estaba roja. Era imposible que Pablo supiese que había soñado con él.
Dios, ahora me miraba asustado, y era normal. Le había montado el numerito
por nada, bueno, por colarse en mi mente otra vez. Había actuado como
una loca histérica.
-Pablo, perdóname. No me lo tengas en cuenta, ¿vale? -dije para intentar disimular que realmente había soñado con él.
-Ui… ¡Pero si sabes pedir perdón! Felicidades princesa.
-Vete a la mierda un poco, tío. Te acabo de pedir perdón.
Le estaba dando la espalda para irme y me agarró.
-Ei, disculpa la falta de costumbre de que me pidas perdón cuando me tratas mal.
-Porque el resto de las veces te lo buscas tú solito.
-En fin... Creo que en el fondo si que me aprecias. ¿Por qué no vamos a sentarnos a ese banco? Ya que tenemos que esperar a que nos dejen entrar podemos esperar juntos… así podrás seguir fumando, si no...  no hay mechero.
-Está bien. -dije con pocos ánimos.
Al ir hacia el banco me fijé en su culo. Empezaba a pensar que últimamente mis hormonas estaban totalmente revolucionadas. Llevaba unos pantalones vaqueros. Por encima del pantalón se asomaban sus calzoncillos UNNO negros. Me encantaban
los calzoncillos negros. Nos sentamos en el banco.
-Entonces ¿Quétal te va con tu novio? Rigoberto o algo así ¿no?
-Rodrigo. Se llama Rodrigo.
-¿Así que sí que es tu novio, no?
-No. No lo es. Lo del beso fue por error. Sólo somos amigos. - Pablo me
sonrió con su sonrisa perfecta de anuncio publicitario-. ¿Y a ti qué tal te va con Diana?
-No tengo nada con ella.- Me sentí aliviada.
-Ayer… la besaste.
-Ya. No sé. Se me fue la pinza.
-Le dedicaste una canción en el tuenti.
-Jajajajaja. - Pablo no dejaba de reir.
-Ei, ¿He dicho algo gracioso?
-Nada. La canción no era para ella. Era… para otra chica.
Bien, Lorena. La canción no era para la insoportable y “super-guay” de Diana, pero
tampoco era para ti.Continuamos hablando un rato hasta que le pregunté que porqué había venido aquí a vivir, si tan sólo era un pueblecito de Burgos.
-Antes vivía en Madrid. - Me respondió Pablo-. Pero mis padres se divorciaron y mi madre y yo preferimos alejarnos de todo aquello así que vinimos aquí a empezar una nueva vida, porque mi tío ayudó a mi madre.
-¿Y tu padre? ¿No te duele estar tan lejos de él?
-Prefiero no hablar de eso, princesa. - Me dijo sonriendo pero con
tristeza en la mirada-. Y vamos entrando, que se nos va ha hacer tarde.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Capítulo 5

Capítulo 5
Cuando me desperté, estaba sentada en un banco. Tenía la cabeza apoyada en el pecho de Pablo mientras él me acariciaba el pelo, sacándomelo de la cara. Notaba su respiración, su aliento, que olía a chicle de menta. Y no podía
quitar los ojos de su boca. Esa boca que Diana había besado. Esa boca que yo había rechazado.
-¿Estás bien?
- No, no estoy bien. Joder… me duele la muñeca, y la cabeza… y todo. ¿Qué me
ha pasado?
-Te llame y te pusiste a correr como una loca, luego te mareaste y vi como te caías, llegué justo a tiempo para sostenerte, pero creo que te cogí mal la mano y te hice daño. ¿Te desmayas muy a menudo o es solo al verme?
-No te importa el motivo. Me voy a mi casa. –Dije mientras me levantaba despacio del banco, no quería volverme a caer.
-Joder, que mal humor. Aun encima que te ayudo y me tratas así.
-Pues por mí no te preocupes, preocúpate de Diana.
-¿Estás celosa?
-¿Yo? Estaría celosa si me importases, pero es que todo tú me la suda.
-Sí, eso ya lo sé. Podrías haberte ahorrado todo el paripé que me montaste y haberme dicho que ya eras la chica de colección de ese amiguito tuyo.
¡No me lo podía creer! ¿Pablo pensaba que tenía algo con Rodrigo? Podría decirle que eso no era verdad, desmentírselo, pero ¿qué más daba? Probablemente no me creería, además, él ya tenía a la tonta de Diana, así que por mí, podían ser felices y demás chorradas. Mierda. ¿A quién pretendía engañar? En realidad quería que Diana le pusiera los cuernos y que Pablo se liara conmigo, que no duraran nada, que se odiaran. Joder, ¿qué me pasaba? Parezco tonta, como si me importase que estuviesen juntos o no. Eso me da exactamente igual, Pablo es un creído y un flipado que conoces de hace dos días y que aun encima no aguantas y Diana… es la petarda de Diana. Intentaba convencerme de eso, de que me daba igual lo que pasara entre ellos. No me apetecía seguir mirando los ojos de Pablo, ni su boca, su sonrisa, o su cuello. Hasta ahora, no me había fijado en su cuello. Era el típico cuello que te apetece morder y besar como si nunca más lo volvieras a hacer. Dios… Tenía que reconocer que Pablo estaba muy, pero que muy bien, tenía algo que le hacía encantador.
-Déjame en paz. Me voy a casa.
-Te acompaño. –Dijo mientras se levantaba del banco
-No hace falta. Se ir sola a mi casa.
-Pero tengo miedo de que te vuelvas a desmayar o algo así. Te acompaño digas lo que digas.
-Vale, pero iré escuchando música, así que no te hare nada de caso.
Saqué mi Ipod y me puse a escuchar “Tal como eres” de El Canto del Loco. Me puse a cantar de nuevo, por segunda vez, Pablo me escuchaba cantar. “Y pensando que sinceramente te quiero así, tal como eres y como se, que lo que haces te hace feliz, tal como eres.” Me di cuenta de que Pablo me miraba, me quité los cascos
-Cantas muy bien, Lorena. Además esa canción es muy bonita.
-Gracias. Hemos llegado. Ya puedes irte a donde quieras, has cumplido.
-Princesa, tienes una opinión equivocada de mí. No soy como crees. Hasta mañana.
Me guiño un ojo y se marchó. Entré en mi casa. Hoy, mi madre tampoco comería conmigo. Mejor, comí unas pocas cucharadas de sopa y el resto lo tire a la basura. Los filetes ni los probé. Sabía que el desmayo era debido a no comer, pero hoy fue un día horrible y no tenía ganas de comer.
Decidí darme una ducha para relajarme y no pensar en nada ni en nadie. Fue imposible. Pablo no salía de mi mente. Pensé en Rodri, en que si que era guapo y comparándolo con Pablo, él era mucho mejor chico. Aun así, Pablo seguía en mis pensamientos. Aún podía escuchar su voz cuando me llama princesa. Salí del baño relajante, que había sido un completo fracaso porque no me sirvió para quitarme todos esos estúpidos pensamientos sobre Pablo. Me conecté un poco al tuenti. Pablo tenía un comentario de la petarda de Diana. Algo me dijo que lo mirara. No me lo podía creer. Pablo acababa de poner un tablón con la canción que había cantado hace un rato. Por unos instantes pensé que me la dedicaba a mí. ¡Qué tonta soy! Debajo de la canción ponía “Desde que te vi, quise estar a tu lado” estaba claro que iba dirigido a Diana. Además, ella acababa de dejar un comentario agradeciéndole la canción. Sí, estaba claro que era para ella.
¿Pero por qué me importaba tanto que estuvieran juntos? Yo fui la que rechazó a Pablo, así que él no me impota. Serían mis hormonas, que están revolucionadas, como dice Silvia, a esta edad, parece que las que dominan son siempre las hormonas y no la mente. Volvía mirar su tablón y al ver, otra vez, el comentario de Diana me puse a llorar. Bajé a la cocina y busqué algo de comer. Chocolate. Eso siempre me servía. Me comí una tableta y media de chocolate. Ostia, ¿quería adelgazar y me ponía a comer chocolate? Me sentí gorda. Sé que no lo estoy, pero dos días comiendo así y lo estaré. Fui al baño e intenté vomitarlo. No se me daba bien hacer esto. Cuando de pequeña estaba enferma e intentaba vomitar, nunca me salía y lloraba por el esfuerzo. Venga Lore, puedes hacerlo. Me dije a mi misma. Lo intentas una vez más y si no puedes lo dejas. Lo volvía a intentar y esta vez funcionó. Me limpié y limpie el baño para no dejar rastros.
El resto de la tarde se pasó lentamente. Entre películas, tuenti y deberes… Legó mi madre y me obligó a cenar. Por suerte, si me pasaba con la cena, sabía lo que tenía que hacer.